Fin del trayecto, acaba el rail que antes cruzó praderas con olor a agua de lluvia.
Finaliza hasta aquí la vía que jamás nos dejaron cruzar, que nunca podrán rebasar mis pies descalzos que un día fueron de acero macizo, y hoy van deteriorándose poco a poco, como corazones solitarios bajo una noche gris de aguaceros sin techado alguno.
Ya no se oye el griterío en las calles, es tarde, aunque no todos dormimos, más bien retrasamos el reloj de arena y evocamos a tientas cual vapores quedaron grabados en la ventana chirriante de aquel dormitorio, trazando la silueta de un corazón, un corazón póstumo de treinta y siete días de fiebre con tonos oscuros que gravita en el pensamiento.
Mientras, abajo en ese antiguo café del norte de África, el mundo sigue derrumbándose, ellos se enamoran, aunque amigo, el tiempo sólo lo miden las circunstancias y posiblemente no les quede mucho, la bombona de aire comprimido se agota y con ella tu mirada en donde el claro de tus ojos encerraba esas huidas que ya nunca se harán realidad.
Y no quedarán más madrugadas, me subí a este último tren a tiempo, pero este no llegó a su destino, llegamos al fin del trayecto, pasajeros.
sábado, 17 de marzo de 2012
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